Amiga psicodélica, me hiciste pensar en esto:
La teoría de los recortes del beat autor del almuerzo:
el mundo crudo y desnudo en sus conexiones listo ante los ojos
para la voluntad del celo de los egos.
Siempre supe, en realidad, que eso era todo
la racha imprecisa de los añicos
de los vidrios partidos: la paranoia cualquiera
el momento en que a mi escuela le volaron las ventanas, por ejemplo,
el momento que, dicho así, se me hizo eterno
la teoría de mamá sobre eso: las esquirlas
en la materia gris del tercero
mamá también forma parte de la raza de los famélicos...
persiguiendo el sexto
sentido de las cosas
de ese sexto grado mío en clase de lengua
¿Estaré también arrinconada, como el Beatinik B
en sus segundos de abstinencia?
¿en esa esquina intransitada de departamento,
paredes blancas, suelo blanco, sueño blanco,
convertida al credo de ese descontrol?
eso me puso a entender mi amiga, la invitada primera...
Te fuiste al carajo, dijo. Y me desenhebró.
Retomá el hilo, niña perdida, seguí las migas de sangre
el camino hacia atrás
Sta Rita, te pido,
a vos y al cielo
no pienses que estoy loca,
es sólo una manera
Decía también
que como B, abro al azar a primera mañana cualquier página y me habla, o mejor, habla por mí:
Yo, que tengo el alimento más moderno, estoy rastreando
el invierno y las pudriciones de estos llanos*
el poeta viejo pone entre mis manos la causa de la disrupción que yo no sé si es una queja. Es una mueca de asombro, una de las tantas cosas que no explico por qué me salen así
(a mí, a mí, a mí)
la acupuntura y la crioterapia en esta ciudad plana,
los alucinados, los pastores caídos
en el lugar equivocado, el puerto sur venido a espejos,
el río a platas verticales
la poesía chupasangre, el parásito,
la geopolítica del error.
*Francisco M.
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