miércoles, enero 12, 2011

"siamesas de la cabeza"
























me acordé de ese cuento de keegan, de ese final, en el que el personaje principal se atreve por fin al mal, que es la justicia, y sentí escalofríos. El pelo de la hermana, su arma principal de seducción y coersión. Ese sol. Había que acabar con él.
Leer es penetrar una intimidad. Y el sol encandila es verdad, pero embellece. En el cuento de keegan, el pelo rubio ajeno es su posibilidad de dar vuelta las cosas, de acabar con esa silenciosa represión entre hermanas. Al fin y al cabo es su aliado.
Es algo que sentí siempre, el sol protege. El sol protege y la lectura también, somos dichosas: nunca, ni aunque nos esforcemos: estamos solas, amie.

jueves, enero 06, 2011

¨facebook son los padres¨

Ayer fui los reyes. Compré solo cosas útiles: un corral para ayudar a fortalecer las piernitas de bebé que quiere pararse, ropa que le hacía falta, unas sandalias lindas para ella y un juego de torta con velitas, bandeja y vasos de refresco para jugar al cumpleaños, su gran pasión.
Hoy simulé que los magos habían traído esas cosas. No es tan justo pero se trata de cultivar la fantasía, esa tradición.

¨¿mamá por qué me trajeron pocos regalitos?¨

A los reyes que suelen ser en verdad solamente los padres les cuesta competir con papá noel que suele ser toda la familia entera. Pasa.
mi pacto interno es un post, mínimo, por día. pero bueno...

recién hice un dibujo en el que el cielo es un pentagrama, las notas son las nubes y entre ellas semicircula un arco iris de ocho colores que dice ¨ me estoy durmiendo, really¨. Eso es todo lo que soy, alguien somnoliento la mayor parte del día ¿tendré una enfermedad?

lunes, enero 03, 2011

CoRDÓn

Como si el año nos corriera para darnos con su cola, huimos siguiendo la dirección del agua. Tuvimos tres dìas lejos, de celebraciones sobre la arena capturada por la noche y crianza tribal (lo mejor que hay).
Luces en el cielo y luces en el suelo.
Castillos de tierra para los caracoles; piojos de tanto juntar las cabezas, champagne, escabeche y sidra.
Cuando mamá cumplió años no estuvimos ahí pero esta mañana veníamos ella y yo, paralelas y enfrentadas por el rigor de las veredas. Se había hecho tarde para las dos pero olvidamos el rojo del semáforo y cruzamos a abrazarnos delante de los autos. No era el lugar ni el momento pero por un minuto eternos nos palmeamos la espalda para acompañar eso de decirnos a los ojos, casi pisándonos con la voz, que estábamos lindas.