jueves, junio 29, 2006

El Poeta


*Antes de que cante el gallo (de que prenda la mañana) el niño aprovecha para escribir su segundo libro escondido en el baño. Así, con un fósforo encendido, rema cada noche en el agua negra de lluvia en la pileta. Flota igual que la luna en el balde.
*Más tarde, en la errancia de la expulsión, el joven lampiño busca un nombre bíblico que sea su nombre de guerra en la batalla con los gallos viejos. Pluma y Hueso ¿Qué se cree? ¿El licuado de los polvos más gloriosos? Conquista el terreno comprado por sus abuelos. Y en esa tierra desierta, en esa ausencia amarilla acaba sólo. Lleva agua y flores a sus muertos. No hay un árbol donde dormir, sólo el canto propio: un espejismo de la sombra.
* Viajan en colectivo los machos de las gallinas. Ellas por compulsión y en multitud desovan. Se quemó la Maternidad. Hubo tanto vapor que después llovieron niños sobre las terrazas del barrio. En Sardá nació uno que viviría en los árboles.
*Pero hubo pronto un incendio forestal. Un huevo abandonado causó la primera chispa. Al huevo lo puso un gallo, vio el humo y rajó. El gallo es el padre. Joaquín, su hijo (el niño predestinado) lo sigue. Van como el curso del río hacia el paraíso del agua: para ser uno sombra del otro. Todo lo que fue talado ahora sube hacia el mar: hacia la disolución de la sangre en sal. La ciudad blanca del jefe de hogar es el poema dedicado a la paternidad: el arte menor de las madres de sal. El poema se revuelve con velocidad centrífuga en un apellido, una continuidad: Paniagua que es más viejo que su edad.

(Sinopsis de "El libro" del que hablo acá.
Próxima Postal: un fragmento)

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