miércoles, setiembre 27, 2006
El cielo está muy lejos de Buenos Aires
Ciudad Basílica. Pero no llego siquiera a conocerla. Por propia voluntad, quizás: a mí lo grande nunca...Pasando el kilómetro no sé cuánto: el giro. Y estamos en la ruta 6: se levanta con el primer canto del gallo la estancia de la vida horizontal. Me quedé ahí. Colgada. De los árboles llorones. En el país de la pequeña capillita de campo donde te escondías una siesta de mí.
Te seguí, dejé la bicicleta, la atea, en la puerta y entré siguiendo el humo de tu oración. Me acuerdo que hablamos, siempre de rodillas, sobre la caja de madera colgada en la pared: era una casa tallada en un tronco muy viejo. Hicimos números, pensamos seriamente en su valor de lujo de Oriente. Estacionamos el delirio sobre la calle de tierra. Habíamos llegado a las puertas de la nuestra.
Más tarde el puente cruzado y el testimonio de los patos en la morada del lago. Los únicos que en esa calma copulaban: salpicaban: nos tiraban agua pero golpeaba como granitos de arroz.
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2 comentarios:
gracias pampa
"Te seguí, dejé la bicicleta, la atea, en la puerta y entré siguiendo el humo de tu oración...". Muy lindo, muy.
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