jueves, junio 22, 2006

Hoy tengo ganas de subir

Lo que sea. Hoy al pegar el salto habré apoyado el pie derecho. Porque después pude sentarme
a desayunar con los dioses. Uno: la mujer, al ver que estábamos solas como hace veinticuatro y pico de años, me entregó el hacha de hielo. Esa de la que habla Franz cuando dice "alma". Yo tampoco hoy ya no siento vergüenza de cosas que hace un tiempo hubiera ocultado: es más me entreno en eso, parece, en ser el reflejo pudoroso de mis cristales viejos. Así que, supongo, licencia actual mediante, puedo repetir al niño dueño de El Castillo (que por las noches se hace bicho) y teclear, como si fuera un títere psicodélico, la misma palabrita. Manifestación del alma, dice Etimología. Pero lo mío es sin suplementos. Sólo el vapor cortante de esa taza que me sirve ella para nebulizar la mañana y derrite glaciares. Así de fácil. Voy a probar todos los días entonces: mate cocido con los yuyos que me gustan y llegan del norte por encomienda en los meses de aguinaldo. Así tan fácil, como el disquito que puedo poner a sonar después de meses de silencio porque la mano todopoderosa me devolvió la salud de los equipos. Y lo hizo en su día, que en verdad son todos: se ganó un ladrillito plástico, un rastri, porque no tenemos más que eso para armarlo, del templo que merece tener aquí adentro. Algún día voy a terminarlo y si hace falta, rezo.
Ahora, a congelada mañana, mientras la compañera olímpica cose el forro de un tapado, él me da cátedra sobre males intestinos de la red. Ahora que tengo una casa, como dije, bordada en ella,
soy toda oídos más que nunca de mi maestro.
Listo: el tiempo me perdonó bastante hoy ( fue el pie derecho, sin dudas) pero el reloj de hueso ya me expulsa. Antes de salir pongo al abrigo la sangre, del invierno de afuera: me calzo ese tapado cosido por mamá, cocido como el mate, también por ella y las medias tela de araña de los hilos que hacen rombos. Día de suerte, hoy: como hace un cuarto de siglo, cuando encarnaba en una bestia pelada que usaba aritos de oro y se arrastraba. Seis grados pero la estufa en piloto alcanza. La llamita azul es una invitada de cortesía al triángulo este de calor perfecto. Porque sobra, también podría decir.
Hoy pateo cuadras, las que el tiempo me deje y no me gusta el dorado ni en la mejor fantasía. Tengo, eso sí, una muñeca rusa de madera colgada al cuello: mi fetiche del día en que creo que puedo llegar temprano a algo.

2 comentarios:

paula p dijo...

..
està buenìsimo el txto

nv dijo...

Gracias Paula! También visito tu blog con frecuencia: muy bueno. Sabés que me causó hasta cierto miedo las coincidencias biográficas: supongo que sos "habitué" de Puan (bueno yo ya no soy tan habitual por ahí, pero buá), trabajo para la burocracia jurídica nacional (creo haber leido q estas en un estudio de abogados) y tbn frecuento el 24 a la altura de Corrientes (zona tribunales) a las 18.30.¿Seremos clones? jaj