las cálidas ropas de la enfermedad

No estoy enferma, para nada...pero sí haciendo desde el miércoles un reposo necesario: recetado. Para ver si "mi cu-éeerpo", como decían (nunca entendí por qué) los chicos encerrados de Gran Hermano, regenera un poco + de líquido amniótico. Quiero poder usar con toda legitimidad para calificarme la palabra aguada aguada aguada (bovarismo total, sabemos...)
El título de la posta lo rapté de alguno de los libros que me puse a tragar estos días como para mantenerme atada a la cama (puede ser de Guzmán, de Fogwill o de Ferreyra, no viene al caso). El tema es que se me suben como a menospáusica los calores últimamente y no queda otra que abanicarme imitándole el gesto, por ejemplo, para no aburrirme (no me permiten hacer nada los que me cuidan) a la joven Antonieta en esa película montruosa, bella, ridícula y tediosa: tonta como pocas, que me inserté en la retina ayer y no logré terminar. Exactamente lo mismo podríamos achacarle a esta prosa, ya sé. No reniego de mis limitaciones. Pero entiéndase la actitud (el tiempo que les robo) como prueba documental de otra de las cosas mínimas que hice en estos días: haberme sentado unos minutos de cara a la pantalla para dar mi parte.
Estoy en realidad, como querría cualquiera, lejos del delirio , del laburo, y en bata el día entero: tal vez como apagada, sí, en la cordura de las apariencias... pero prendida por dentro y doblemente sana. Engordando ella y yo y gozando de la impuesta y bienvenida tranquilidad.