de tu pampa blanca peca
un huevo de azúcar mío: negra
en la axila del dios nuevo.
Ni cien rosarios envueltos
en ninguna muñeca van a pagar
la quema de dos niños, vos y él,
prendidos jugando.
Un libro viejo arde lleno
en el pozo cenicero. Nace
de avena el embrión.
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