Primero fue una caja grande que rezaba Noblex, luego un baúl de madera artesanal. Más tarde sería un mueble hecho por mi papá. Esos depósitos necesarios para guardar las cosas que nos hicieron felices durante el día. Las cosas que usamos todos los días, la nueva casa para lo nuevo, la tumba para lo viejo...lo que siempre está ahí. Una caja de pándora en la esquina de mi pieza.Y también un motivo para la resistencia infantil. Llegaba la hora de la cena y era tiempo de ordenar, de guardar, de reponer el orden. Y aquí llegaba la batalla: negociaciones menores de ufas y morisquetas, de algún grito, de algún llanto y de la resignación siempre final del amor materno. Todo quedaba al fin tirado, desparramado por el piso: un mapa de mis juegos, del quilombo alegre de tener muchos hermanos...
Hoy, en tiempos de ojos rojos de aguantar la máquina más de doce horas por día, me armo esta nueva caja virtual como lata de conserva para la "virtud" que de crecida mantengo. Pasen y vean: hay sierras de ropa, lagunas de juguete, montañas de papel: el paisaje diario de mi vida: siempre en desorden.
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